miércoles, 8 de octubre de 2014

'The Giver', una triste realidad con final feliz



Hablábamos hace unos días de las adaptaciones literarias llevadas al cine y hoy volvemos con otra que llegó hace poco a nuestras pantallas. The giver es la adaptación literaria de la novela homónima escrita por la norteamericana Lois Lowry en 1993. Tanto la película como el libro nos presentan una sociedad aparentemente utópica en la que se han erradicado todas las posibles causas de disensión. Se supone que todo el mundo es feliz, pero la eliminación de estas diferencias tiene como consecuencia el  olvido de todas las emociones que nos hacen humanos. Estamos por lo tanto ante todo lo contrario, una de las peores distopías que podrían presentarse.

Entendemos distopía como lo opuesto al concepto de utopía acuñado por el pensador Tomás Moro. La mayor parte de ellas reseñan sociedades que son causa de tendencias sociales dañinas que por ende acaban derivando en situaciones completamente reprochables.  Las distopías son uno de los subgéneros más omnipresentes de la ciencia ficción. 1984 de George Orwell o Un Mundo Feliz de Aldous Huxley son algunas de las más memorables. The Matrix o The Hunger Games, algunas de las contemporáneas. The giver forma parte de ellas y nos muestra el que quizás es el panorama más desolador que puedo concebir.

¿Qué puede haber peor que no sentir? Yo, la verdad, no imagino nada. La vida está para vivirla; con sus errores, con sus aciertos, con su aprendizaje. Pero en la novela de Lowry, y por ende, en la película que nos atañe, se ha borrado toda la historia de la humanidad. Por suerte, a través de Jonas y el anciano llamado ‘El Dador’ todo irá recobrando el sentido inicial. La curiosidad y valentía del protagonista, sumada a la rebeldía escondida del anciano, salvarán a la sociedad sumida en la mentira más triste de todas. Jonas, progresivamente, va conociendo varios sentimientos. Algunos son alegres, optimistas… pero otros son tristes, devastadores. Son tan dolorosos algunos de ellos que harán dudar a Jonas de si liberar a su comunidad de la ignorancia sentimental.




En gran parte, la sociedad que se presenta en la película (hablamos ya directamente del film, sin olvidar la novela que la inspiró, por supuesto) es una gran parábola del mito de la caverna de Platón.  Esta alegoría que presenta el griego en el VII libro de La República ha sido parafraseada visualmente en multitud de relatos audiovisuales. En todos ellos se trata de mostrar cómo el hombre puede encontrar la verdad y, por consiguiente, y a través de una catarsis personal como la que Jonas tiene hacia el final del film; alcanzar el conocimiento de todo lo que le rodea.




La realización, a cargo de Phillip Noyce (Salt, The quiet American), es bastante atractiva. El uso del blanco y negro para marcar la ausencia de sentimiento y reflejar la apatía constante en la que vive la sociedad, es muy acertada. Al igual que lo es la manera en que se va introduciendo el color, muy gradualmente, a medida que Jonas va empezando a sentir. El color, que al principio aparece únicamente en detalles al más puro estilo abrigo rojo en The Shindler’s List, acaba hablando por si mismo. Aunque este recurso ya se haya utilizado en otras películas como pueda ser Pleasantville, por ejemplo, la gran variedad cromática que se va creando y el paso por los diferentes tonos, al principio más grises, pasando a ser pasteles, hasta llegar a ser colores vivos y enérgicos, como los sentimientos que está experimentando Jonas. El color forma parte del mundo que les rodea pero los habitantes no logran captarlo; y sólo empieza a ser percibido por aquél que experimenta la emoción. La paleta, junto con el diseño de arte para recrear esta sociedad, son algunos de los aspectos técnicos más destacables. 

Como último detalle a destacar, es imposible no hablar de la gran Meryl Streep como la Chief Elder. No hay papel que ella no borde. Y en este caso no iba a ser menos. Su ausencia de sentimientos se refleja perfectamente en su expresión impasible, de hielo. Su mirada transmite todo su poder, su supremacía. A veces parece que no es necesario remarcar su trabajo, porque se presupone su calidad; pero no está de más hacerlo, porque realmente esta actriz es un monstruo de la interpretación y pocas personas podrán alcanzar este nivel. Jeff Bridges también logra un gran papel como mentor de Jonas a través de una expresión tremendamente empática. 



La parte que más flojea de todo el metraje es todo el desenlace con Jonas y el bebé atravesando todo tipo de orografía, porque los obstáculos se tornan exagerados e inverosímiles, aún dentro del contexto de la película. 

En definitiva, The Giver, a pesar de que las calificaciones en Sensacine o Filmaffinity no la han acompañado (de hecho a duras penas roza el aprobado); me pareció una película bastante buena. Seguramente, gran parte del mérito se lo debe al libro que la precede; pero aún así, pasé unas dos horas muy entretenidas. Sé que se trata de un blockbuster que no pasará a la historia del cine, pero me pareció una buena película que merece ser vista por varias razones, una de ellas, los veteranos del cast, Meryl Streep y Jeff Bridges. También he de confesar que la premisa de la sociedad que presenta me parecía muy interesante ya a priori, y entré a la sala con una gran disposición al disfrute.





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